viernes, 30 de septiembre de 2011

"Sobre la clase de servicio, su formación y su futuro" de John Goldthorpe: análisis del texto (Estratificación Social)

Karl Marx en los primeros capítulos de su “Das Kapital” menciona la posibilidad de una clase de burguesía organizativa o clases intermedias (capitalista divido en dos: propietario y organizador). Max Weber hace un estudio riguroso ya en el siglo XX de los aparatos burocráticos modernos. Ambos autores ya concebían estos “estratos intermedios”[1]  John Goldthorpe en su texto “Sobre la clase de servicio, su formación y su futuro” desarrolla una análisis de las diferentes interpretaciones sobre la “clase de servicio”. Goldthorpe escribe que la clase de servicio o de empleados profesionales, de administración y dirección, es un fenómeno característico de las sociedades occidentales avanzadas (capitalismo organizativo o tardío según Habermas) y que como fenómeno ha sido fuente de controversia para la teoría social. Por un lado el marxismo el problema de los “estratos intermedios” ha sido tratado con cierta liviandad. Se le ha considerado a este fenómeno un carácter pasajero, pues lo que prima es el carácter biclasista  inherente al sistema económico capitalista. El marxismo argumenta que estos estratos podrían ser absorbidos por la clase proletaria (proletarización) o bien por la clase capitalista (incorporación) pero en esta última, en menor medida. En los 60 nos dice el autor, marxistas franceses dan cuenta que esto no es así, que estos grupos en expansión de empleados de “cuello blanco” o en otras palabras, empleados bien cualificados (capital cultural) de ningún modo se proletarizan, conformando más bien una “nueva clase obrera”[2] Se produce una alianza o ciertas socializaciones que dependen de condiciones culturales de tipo intelectual (Weber), donde los trabajadores bien cualificados (técnicos y científicos) reviven la lucha por el socialismo en contraposición al economicismo dentro del mundo obrero, poniendo en el banquillo las problemática en torno del “control”. Tampoco esa tesis se ha articulado con la realidad, pues ya en los 70 en Francia se puede notar que los estratos medios se alzan no solo en oposición a la clase obrera al tener la misión del control y reproducción de las relaciones culturales y de clase, sino también que este estrato medio se constituye como opuesta a la clase capitalista en disputa por el tema del control y propiedad, radicalizando sus discursos y demandas comunicativas. Otras tesis como las del marxismo estructuralista plantean que  no obstante estos estratos intermedios estén dedicadas al control y reproducción del trabajo, también a su vez desempeñan roles propios de un “trabajador colectivo”, siendo así clases en contradicción, por sus posiciones ambiguas. Goldthorpe escribe que los intentos marxistas por adaptar el análisis de las clases al carácter expansivo del empleo de cuello blanco han sido casi un fracaso. Por otro camino tenemos a la sociología norteamericana y con una perspectiva bastante más optimista en relación con el crecimiento económico, pues este ultimo en vez de agudizar las contradicciones de clase, se materializaría en una progresiva elevación de la estructura ocupacional (cierta movilidad social). La visión norteamericana consideró que los elementos de “profesionalismo y dirección eran cruciales en la configuración de un orden social nuevo postcapitalista, que sería más eficiente, y también más humano y justo, que el que lo precedió”[3] Este pronóstico optimista no se cumplió pues estos estratos medios se radicalizaron desestabilizando el orden existente de la época. Más tarde, nos dice Goldthorpe, se desarrolló un entramado teórico que reunía distintas visiones en torno a esta “nueva clase”, donde el elemento común y fundamental sería que esta clase sería poseedora de un “capital cultural”, es decir la posesión de niveles relativamente altos de educación y formación (Max Weber en Economía y Sociedad nuevamente, pág. 685) y estos se distinguirían tanto de los dueños del capital como de los que no tienen otra cosa que vender que su fuerza de trabajo en el mercado. Los miembros de la nueva clase aun se sentirían desplazados en términos de estatus y poder, pero siendo poseedores de un capital cultural, se transforman en críticos mientras abogan por las justicia social en relación a los más desposeídos, tratan de afianzarse como clase.

La idea de clase de servicio en Karl Renner y sus aportes en la compresión de la esfera de las clase intermedias, implican por una parte caracterizar a estos grupos como distintos de la clase capitalista al no ser dueños de los medios de producción y distintos de la clase obrera al no realizar un trabajo productivo. Pero la principal contribución de Renner  al análisis en la sociología del fenómeno de clase de servicio, descansa en la distinción entre salarios y honorarios. La influencia de Max Weber en este punto es notable; Renner señala que “el salario difiere fundamentalmente de los honorarios por su naturaleza y por el modo en que se fija; y también que el empleado que recibe honorarios está separado del obrero asalariado tanto por la seguridad relativa de su empleo como por sus perspectivas de mejora material y de estatus”.[4]  Pero aun más importante es la confianza que se juega en esta esfera, ya sea en el ámbito de la confianza experta como de la confianza en la delegación de poder (calidad moral). Esto funciona al interior de una empresa en un “ponerse la camiseta” (compromiso)que implica dos dimensiones; por una parte la de la fidelidad del empleado y por otra la de la confianza del empleador en los conocimientos de este último y se materializan en la delegación de poder, la creación de cargos (supervisores que aunque sigan teniendo el mismo salario poseen otro estatus, compensaciones simbólicas y no materiales) logrando así una división jerárquica de poder al interior de los propios trabajadores. Sin embargo el autor instala la problemática de la clase de servicio como una clase que difiere de la de los empleados, pues estos últimos no recibirían las recompensas, estatus y las promociones que los empleados a honorarios de la clase de servicio si logran. Una explicación  de este fenómeno seria la variable identidad demográfica, donde los individuos se hacen identificables como colectividades en relación de su “origen” de clase o su origen “familiar”, es decir, de donde provienen. Por otro lado encontramos la identidad cultural, donde los individuos de hacen identificables desde su comportamiento, estilos de vida, gustos, que serían asociables con ciertos grupos sociales.

La clase de servicio escribe Goldthorpe, se ha expandido en Europa después de la segunda guerra mundial, por la creciente demanda de delegar autoridad y de aplicar conocimiento especializado y experto, condicionado por el nacimiento de nuevos puestos de trabajo en el ámbito del bienestar social, inmigración y el ritmo acelerado de crecimiento tecnológico. Con ello se ha producido una movilidad social que no guarda una relación estrecha con el origen familiar, pues los estudios dan cuenta que solo un pequeño grupo de estos desciende  de padres pertenecientes a esta clase de servicio. Por otro lado la creciente demanda de personal en los países europeos ha llevado a la contratación de empleados sub cualificados, es decir, con un nivel educacional relativamente bajo. Esto implicaría que la gran demanda de personal y la contratación de individuos de diferentes niveles educacionales como de diferentes esferas culturales, mostrarían un nivel más bien bajo de identidad demográfica como de identidad sociocultural. Se constituirían de esta manera verdaderos vínculos interclasistas transversales, donde la sociabilización entre el ámbito privado y al ámbito laboral sería muy diferente uno del otro. Esto lo podemos encontrar en nuestros propios empleos y a modo de ejemplo, en categorías lingüísticas como “amigo del trabajo”, “amigos de la infancia”, “amigos de la universidad” o simplemente “amigos del barrio”.



[1] Goldthorpe, John, “Sobre la clase de servicio, su formación y su futuro”, pág. 229
[2] Ibíd., pág. 230, cit. a Pierre Belleville
[3] Ibid, cit. Talcott Parsons, pág, 233
[4] Ibíd., pág. 237

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